viernes, 1 de febrero de 2019

Hagamos memoria

Sentada en una añeja butaca junto a una mesa camilla, en un salón aglutinado de puntuales compañeros, la anciana acariciaba un jarrón. Una y otra vez deslizaba sus manos sobre la figura, desenredando sus gastados dedos con sobrada lentitud y paradas imprevistas. ¿Has comido? –preguntaba. ¡Eres muy guapo!-exclamaba. Fui testigo de la fidelidad que le profesaba, una extraña fijación que me llevó a acompañarla en sus vivencias diarias llenas de momentos inconexos que verbalizaba al azar. Ya no vivía de recuerdos, ya no podía secuenciar, pero podía invitarnos a compartir con cariño todo lo que el olvido le arrancaba ingratamente. Ella siguió dando larga vida a las historias y yo, abrazándola en su disminuida memoria. Nunca la olvidaré, ¿o sí?.

No hay comentarios:

Publicar un comentario