Y en el momento que contempló el sol y fue capaz de entender que lo que sentía era su calor, aprovechó la ocasión para escribir lo que era incapaz de decirle:
" Querida Reina, Gracias porque sé que anhelas que un día vuelva a ser quién era, y porque, en el fondo, sabes que nunca he dejado de serlo.
Gracias porque me repetías hasta la saciedad que tu vida no era sin mí y ahora no puedo más que reconocer que yo no podría vivir si tú no estuvieras a mi lado.
Gracias por dejar que te quiera profundamente aunque yo ya no lo sepa, y porque siento que tú me sigues amando aún sabiéndolo todo."
Gracias porque me repetías hasta la saciedad que tu vida no era sin mí y ahora no puedo más que reconocer que yo no podría vivir si tú no estuvieras a mi lado.
Gracias por dejar que te quiera profundamente aunque yo ya no lo sepa, y porque siento que tú me sigues amando aún sabiéndolo todo."
Y no volvió a recordar esa carta. Tampoco lo necesitó. Reina estaba allí.
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